El Tejido
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El Blog del Tejido
Los objetivos de Israel ante Gaza
La Franja pasará de ser un enclave asediado a un gigantesco campo de desplazados internos apátridas, sin derechos fundamentales. Todo con la firma de Israel, Estados Unidos y la mayor parte de Europa.
La Franja pasará de ser un enclave asediado a un gigantesco campo de desplazados internos apátridas, sin derechos fundamentales. Todo con la firma de Israel, Estados Unidos y la mayor parte de Europa.
Qué quiere y hasta dónde quiere llegar Israel lo dicen sus propios representantes políticos. Y en sus propias voces -más allá de informes filtrados estos días- podemos encontrar respuestas, así como en los hechos ya consumados.
El desplazamiento forzado
El primero de estos hechos claramente visible es el desplazamiento forzado —que puede constituir un crimen de guerra o de lesa humanidad— de al menos un millón cuatrocientos mil palestinos de Gaza, desde el norte al sur. Israel ha forzado esta huida masiva de palestinos a través de intensos bombardeos en el norte y de órdenes específicas para que se desplazaran al sur, un área sobre la que, sin embargo, ha seguido lanzando ataques aéreos.
En los ataques israelíes una y otra vez se producen numerosas bajas civiles, con la justificación de asesinar a integrantes de Hamás. Los asesinatos extrajudiciales de presuntos militantes con uso desproporcionado de la fuerza constituyen una grave violación de los derechos humanos y normalizan el uso de bombardeos masivos como sustitución de los arrestos, juicios y sentencias.
Esto en sí mismo constituye la asunción del método de aplastamiento militar en sustitución de vías democráticas y legales. El daño que origina en víctimas civiles es gigantesco y no garantiza la consecución del fin perseguido. La historia reciente demuestra que la violencia engendra más violencia.
Por otro lado, cabe preguntarse si Israel quiere acabar con las Brigadas Ezzeldin Al Qassam —brazo armado de Hamás— o también con el partido político —y movimiento— Hamás, cuyos máximos líderes políticos no se encuentran en Gaza. Sí hay en Gaza una extensa red de funcionarios que están bajo mando del Gobierno de Hamás y que forman parte de su estructura: burócratas, maestros, jueces, inspectores, policías. ¿Serán todos ellos también asesinados?
Gaza dividida en dos
La Franja ya está de facto dividida en dos, a través de los ataques aéreos israelíes y de la incursión de sus tropas terrestres, que han rodeado la ciudad de Gaza y establecido una línea de separación entre el norte y el sur. El Ejército israelí sigue combinando los bombardeos con los ataques por tierra en el norte, donde se calcula que permanecen más de 350.000 palestinos que no han podido o no han querido huir, por no tener a dónde ir. Una instalación de Naciones Unidas en Khan Younis, la primera ciudad del sur tras la línea de desplazamiento, alberga ya a 22.100 personas, más de diez veces su capacidad.
El plan de Israel es proseguir con su campaña militar y esto 'explica' que sus grandes aliados occidentales opten por no pedir el alto el fuego inmediato, que es lo único que evitaría más muertes, heridos, hambre, enfermedades y destrucción de infraestructuras. Es decir, se sigue allanando el camino a Tel Aviv para que continúe con más ataques en un momento en el que ya hay más de nueve mil personas muertas, más de cuatro mil menores.
Esta estrategia militar puede implicar que mueran cientos de palestinos más. O miles. ¿Qué Estado o institución internacional va a establecer el límite? Si no se pone límite, si no se insiste en colocar el foco político, diplomático y mediático sobre esta masacre, las víctimas mortales pueden llegar a ser decenas de miles.
Ante ello, todos los gobernantes —los de más capacidad de influencia internacional y los de menos— tienen en sus manos usar las palabras precisas y abordar los movimientos necesarios para lograr un alto el fuego inmediato. Pero de momento la mayor parte de la comunidad internacional occidental sigue evitándolo.
Un gigantesco campo de desplazados
Con el desplazamiento forzado de población palestina del norte al sur las propuestas del Gobierno de Netanyahu contemplan ahora la creación de lo que llaman una “zona de amortiguamiento” en el norte de la Franja, con un territorio que quedará bajo control militar israelí por un tiempo indeterminado.
Muchas de las personas desplazadas al sur no podrán regresar a sus hogares, porque han quedado destruidos o porque el propio Ejército israelí trata de impedirlo. No hay infraestructura ni productos de primera necesidad suficientes —ni en el norte ni en el sur de Gaza— para atender a la gente sin casa, a los heridos, a lo huérfanos, a las personas enfermas.
Por tanto los hechos ya consumados apuntan a la creación de grandes campos de desplazados internos o a la salida presuntamente temporal de un número de población por el paso de Rafah para ser atendida en el lado egipcio.
El plan de expulsión
Uno de los planes que Israel ha contemplado seriamente es el de impulsar ese desplazamiento forzado de población civil palestina más al sur, para que cruce a Egipto a través del paso de Rafah, que de momento continúa cerrado. Así lo expresó públicamente hace un par de semanas el viceministro de Exteriores israelí, quien propuso que “se vayan” al Sinaí egipcio y se asienten allí en tiendas de campaña que “convertiremos en ciudades”. En ese sentido también se ha filtrado a la prensa un documento interno del ministerio de Inteligencia israelí, en el que se establece lo siguiente:
“Los mensajes deberían girar alrededor de la pérdida de territorio, dejando claro que no hay esperanza de regresar a los territorios que Israel pronto ocupará, independiente de que sea cierto o no”, indica el documento.
Una propuesta similar también presentaba recientemente uno de los think tanks israelíes más vinculados al partido Likud del primer ministro Netanyahu. Que este sea el objetivo final dependerá de numerosos factores, incluida la vigilancia y presión internacional, clave en las próximas semanas y meses.
Como ha indicado en la revista Time el académico experto en Oriente Medio H.A. Hellyer, del Carnegie Endowment for International Peace, la existencia de este informe indica que “en los más altos niveles del gobierno israelí esto se ha discutido como una opción. (…) Así que [Egipto] no es irracional al pensar que puede darse el caso”.
Estos días ha llamado la atención el lenguaje de la Casa Blanca en uno de sus comunicados —donde establece financiación adicional para Israel— en el que indica que “estos recursos abordarían necesidades potenciales de los gazatíes que huyan a países vecinos”. Tras las interrogaciones expresadas públicamente por algunos analistas, Washington ha explicado que esa línea fue incluida para prepararse “para todas las posibles contingencias”.
Los precedentes históricos
Esa idea o modelo de desplazamiento ya se produjo durante las expulsiones de 1948 —Plan Dalet— y 1967, durante las cuales cientos de miles de palestinos tuvieron que reasentarse en Jordania, Líbano y Siria como un plan presuntamente temporal que terminó siendo un hecho consumado con el paso de los años, hasta hoy, cuando sus descendientes permanecen en los mismos campos de refugiados en esos países. En los mismos cuadrantes donde se instalaron las tiendas de campaña posteriormente se levantaron casas de cemento y barro.
Egipto ha dicho públicamente que nunca permitiría ese plan y ha sugerido a Israel que asiente a los palestinos de Gaza en el desierto del Néguev israelí, sabiendo que Israel no está dispuesto a aceptar dentro de su territorio a población palestina porque eso mermaría el porcentaje de población judía y pondría en riesgo la mayoría de la misma, esencia de ser del Estado judío concebido como tal.
Aun así, diversas informaciones indican que Netanyahu ha pedido a varios líderes regionales e internacionales que convenzan a Egipto para que admita refugiados palestinos a cambio de que el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional condonen una parte significativa de la deuda egipcia. Más allá de esto, la situación en el sur de Gaza es en sí insostenible, por lo que se contempla la instalación temporal de tiendas y hospitales de campaña en el lado egipcio para atender eventualmente a población palestina si en algún momento obtuviera permiso para salir.
El Gran Israel: más ocupación
El proyecto soñado por una parte del sionismo es la consolidación del Gran Israel, es decir, el territorio israelí de antes de 1967 más los territorios palestinos de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. En ese sentido, Netanyahu mostró un mapa el pasado mes de septiembre en la Asamblea de Naciones Unidas incluyendo esos territorios como Estado israelí.
Y en esa dirección se han movido las políticas israelíes de ocupación ilegal en Cisjordania y Jerusalén Este, con la extensión de asentamientos judíos en tierra palestina y el refuerzo del sistema de segregación contra los palestinos. En estos últimos años cientos de palestinos han sido expulsados de sus hogares en Cisjordania y Jerusalén, y solo en las últimas semanas trece comunidades han sido desalojadas por soldados o colonos.
Aunque las declaraciones públicas gubernamentales de la mayoría de la comunidad occidental apuntan a la solución de dos Estados —Israel y Palestina— en la práctica se ha actuado en sentido inverso a la misma a lo largo de los años. La presencia de más de 600.000 colonos en territorio palestino —a principios de siglo no llegaban a 200.000— impide de facto una continuación territorial para ese futuro Estado palestino en la propia Cisjordania, donde una elaborada estructura de checkpoints, muros y carreteras de uso exclusivo israelí consolida un sistema de apartheid.
En cuanto a Jerusalén Este, entre 1967 y 2016 Israel revocó el estatus de residente —y por tanto el derecho a vivir en Jerusalén— a al menos 14.595 palestinos de esa parte de la ciudad, en lo que se conoce como transferencias forzadas, según Human Rights Watch. En las últimas semanas se han intensificado las operaciones militares israelíes en Cisjordania, donde desde el pasado 7 de octubre han matado ya a al menos 130 palestinos y donde se está impidiendo libertad de movimientos a la población.
El después
Qué será de Gaza, de su población, y quién gestionará la Franja son preguntas sin respuesta pública aún. ¿Qué planea Israel exactamente? Como contaba el Financial Times hace unos días, surgen preocupaciones ante la posibilidad de que Israel “no tenga plan” para el después.
Estados Unidos ha mencionado varias opciones: el envío de personal de Naciones Unidas o la creación de una fuerza multinacional conformada por países vecinos para que coordine una transición. También ha barajado la entrega del control a la Autoridad Nacional Palestina que gobierna Cisjordania, algo que no contempla Israel, al menos de momento.
Este domingo el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunió en Ramala con el presidente palestino Mahmoud Abbas, quien exigió un alto el fuego inmediato y señaló que la Autoridad Nacional Palestina solo asumiría la gestión de Gaza como parte de una solución diplomática integral para los territorios palestinos. El mandato oficial de Abbas, elegido por última vez en unas elecciones en 2005, expiró en el año 2010, pero continúa ejerciendo como presidente, a falta de nuevos comicios. Del mismo modo, las últimas elecciones legislativas —en las que ganó Hamás— se celebraron en 2006, es decir, hace ya diecisiete años.
Cualquier asunción de poder político en la Franja con capacidad de acción y de ser percibido como legítimo requeriría celebración de elecciones previa y un proceso diplomático fuerte, dos pasos que Tel Aviv no contempla por el momento. A lo largo de los años, de hecho, tanto Estados Unidos como Israel han apostado por enquistar la situación, lo que ha implicado perpetuar todas las medidas que mantienen debilitada a la Autoridad Palestina y paralizada cualquier solución para la creación de dos Estados.
La “matemática insurgente”
Como indican algunos expertos militares, el pasado reciente nos muestra que acabar con un grupo armado ocupando territorio, bombardeando masivamente a población y asesinando a un gran número de civiles puede provocar un aumento la insurgencia y la perpetuación de la violencia. Así ocurrió en Afganistán e Irak. Así ha ocurrido en la propia Gaza a lo largo de los años, a medida que las ofensivas israelíes contra la Franja han ido recrudeciéndose.
El general estadounidense Stanley McChrystal, quien comandó la guerra en Afganistán y dirigió comandos en Irak, lo llamó “la matemática insurgente”. Estimó que por cada civil asesinado podían aparecer al menos diez insurgentes nuevos.
La Oficina Nacional de Investigación Económica llegó a la misma conclusión en 2010 en un informe llamado “El efecto de las bajas civiles en Afganistán e Irak” y elaborado por investigadores de las universidades de Princeton, Stanford y la Escuela de Economía de Londres. En él se indicaba que desde 2001 la estrategia estadounidense había originado decenas de miles de nuevos insurgentes.
Un gigante campo de desplazados
La habitual política israelí de hechos consumados implica la perpetuación de situaciones aparentemente transitorias. Lo que parece un contexto temporal termina, una y otra vez, consolidándose como algo definitivo. Ese es el gran elefante en la habitación que existe a la hora de analizar el futuro de Gaza. La ofensiva continúa en tiempo presente y se prolongará -con cambios de intensidad- durante un tiempo indefinido, lo que implicará la falta de organización y estructuras en la Franja, así como el mantenimiento del control militar israelí de las “zonas de amortiguamiento”.
En cuanto a la población palestina superviviente, una gran parte tendrá que vivir en estructuras improvisadas, dependerá -más aún- de la ayuda humanitaria y sufrirá el enorme deterioro de la seguridad, del orden público y de la gobernanza. La Franja pasará de ser un enclave asediado a un gigantesco campo de desplazados internos apátridas, sin derechos fundamentales.
Todo ello con la firma de Israel, de Estados Unidos, y de la mayoría europea. Y con 14.500 millones de dólares de ayuda militar de Washington que -a la espera del voto en el Senado- se añadirán a los más de 3.000 millones anuales habituales para Tel Aviv, mientras el Ejército israelí sigue matando a civiles en Gaza.
En cuanto a quienes observamos con horror la envergadura de los crímenes -y el apoyo o la inacción de tantos gobiernos- siempre nos quedará, como escribió Primo Levi, “la facultad de negar nuestro consentimiento”.
Este artículo se publicó originalmente el 5 de noviembre del 2023 por El Diario. Lo republicamos aquí bajo la licencia CC BY-NC 4.0 Deed (Atribución-NoComercial 4.0 Internacional).
Gaza
Gaza no siempre fue ese escenario de devastación y pobreza que desde hace décadas vemos en las noticias. A finales del XIX y en la primera mitad del siglo XX, era el lugar que muchas familias de la burguesía palestina elegían para pasar las vacaciones de verano. Con sus magníficas playas, su clima cálido y su cercanía con Egipto, Gaza era un lugar con atractivo “turístico” antes de que el turismo deviniese fenómeno social, un lugar ideal para solaz y reposo de las clases acomodadas de una sociedad tradicional, en proceso de modernización.
Aquí compartimos un artículo publicado originalmente por Infolibre el 13 de octubre de 2023.
Gaza no siempre fue ese escenario de devastación y pobreza que desde hace décadas vemos en las noticias. A finales del XIX y en la primera mitad del siglo XX, era el lugar que muchas familias de la burguesía palestina elegían para pasar las vacaciones de verano. Con sus magníficas playas, su clima cálido y su cercanía con Egipto, Gaza era un lugar con atractivo “turístico” antes de que el turismo deviniese fenómeno social, un lugar ideal para solaz y reposo de las clases acomodadas de una sociedad tradicional, en proceso de modernización. Hasta 1948, cuando las milicias armadas del movimiento sionista, ejército israelí a partir de la creación del Estado, llevaron a cabo la gran operación de limpieza étnica en la que cerca de un millón de palestinos fueron expulsados de su tierra. Al territorio de Gaza llegaron entonces decenas de miles de desplazados, sobre todo de la región de Yafa y de Bersheva, el primer campo de refugiados palestinos se estableció en una de sus playas. Setenta y cinco años después, ahí sigue. En torno al 70% de la población actual de la Franja, más de dos millones de personas en un territorio de 10 kilómetros de ancho por 40 de largo, son refugiados del 48 y sus descendientes. Gaza ostenta el récord de mayor densidad demográfica del mundo, también el de un altísimo nivel de paro, supera el 40%, dos tercios de su población vive por debajo del umbral de la pobreza y precisa de la ayuda de la UNRWA, Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, para subsistir.
Hace 16 años, Dov Weisglass, asesor del entonces Primer Ministro Ariel Sharon, dijo refiriéndose a la población de Gaza: “No les mataremos de hambre pero les vamos a someter a una dieta tan reducida que van a quedar muy delgaditos”. El cinismo de la frase resulta obsceno y no oculta la brutalidad del mensaje. El Sr Weisglass estaba anunciando el bloqueo sobre Gaza. Y la lenta agonía a la que condenaba a sus habitantes. Toda posibilidad de desarrollo económico, incluida la modesta pero exitosa industria del cultivo de flores, frutas y verduras que había sido básica para la economía de la Franja, toda iniciativa empresarial, cultural, artística, deportiva y profesional, todo proyecto vital, quedó aplastado entre los límites de un encierro inhumano.
Gaza es una gran cárcel a cielo abierto sometida periódicamente a incursiones y bombardeos masivos del ejército israelí: Lluvias de verano, 2006, Plomo fundido, 2008, Pilar Defensivo, 2012, Margen Protector, 2014, son los nombres de algunas de las operaciones militares israelíes contra Gaza. En el lenguaje de la potencia ocupante –el lenguaje israelí, que suele ser el de los medios de comunicación occidentales–, son operaciones contra “los terroristas de Hamás”, en la realidad son operaciones de castigo contra la población de Gaza, bastaría ver el número de víctimas civiles, incluida la atroz cifra de niños muertos, para que ese lenguaje tramposo del ocupante dejase de ser el lenguaje habitual en nuestros medios.
Pese a todo, en Gaza hay maestros que se empeñan en transmitir no solo conocimientos sino algo de seguridad a sus alumnos, médicos que se dejan la vida intentando curar, en medio del estruendo de las bombas, los apagones eléctricos y la carencia de medicamentos, a un enfermo de cáncer o salvar la vida del joven herido que llega desangrándose en brazos de sus amigos, en Gaza hay músicos, grupos de rap, pintores, escritores y poetas y jóvenes que juegan al futbol o estudian ciencias empresariales soñando que algún día podrán moverse libremente por su tierra y por el mundo. Pese todo, en Gaza hay vida.
Hace cinco años, en la primavera de 2018, comenzaron las llamadas marchas del retorno, una iniciativa pacífica en la que miles de personas, jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, familias enteras, se aproximaron caminando hasta la línea fronteriza con Israel, para reclamar su derecho al retorno. Desarmados y enarbolando banderas palestinas, los manifestantes llegaron a pocos metros de la alambrada que separa Gaza de la llamada tierra de nadie, una zona requisada a sus propietarios palestinos, vaciada de vegetación y edificios y convertida en franja de seguridad donde el ejército israelí patrulla y vigila todo movimiento al otro lado de la valla. Un viernes, 30 de marzo, Día de la Tierra Palestina, tuvo lugar aquella primera marcha con un aire casi festivo, como de romería; al otro lado, protegidos por un gran talud de tierra, se apostaban francotiradores del ejército israelí que dispararon contra los manifestantes, hubo 17 muertos y más de un centenar de heridos, pero las marchas del retorno se mantuvieron, cada viernes, a lo largo de todo un año. Gentes desarmadas frente a los cuerpos de élite de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. A final de año el número de víctimas era de 312 muertos, entre ellos varios médicos, periodistas, fotógrafos, una joven enfermera que empujaba la silla de ruedas de un inválido y el inválido al que la enfermera cuidaba y 59 niños, hubo 29.000 heridos, la mayoría con graves amputaciones, entre ellos 3.565 niños, 1.168 mujeres y 104 ancianos. Todos fueron abatidos en territorio de Gaza, en tierra palestina. No hubo ningún soldado israelí herido. Tampoco hubo condena internacional o algo parecido a más una sanción contra Israel. Disparar contra civiles desarmados no es crimen de guerra si la Comunidad Internacional, ese eufemismo con el que nos referimos sin señalar a EEUU y a la UE, decide no verlo. Y no juzgarlo.
En realidad, las marchas del retorno no pretendían cruzar la valla sino aproximarse a ella y gritar al mundo "¡aquí estamos, somos los hijos y los nietos de quienes fueron expulsados de sus casas hace 70 años, no hemos olvidado, no dejaremos que nos olvidéis!". Ese mensaje tantas veces ignorado no es muy distinto al que en estos días han lanzado las milicias de Hamás con su atroz ataque en territorio israelí. El método es el opuesto pero el mensaje es similar, un amigo palestino me lo ha descrito así : “Podéis matarnos pero seguimos vivos y también podemos matar. Ese es el mensaje”.
Matar civiles siempre es un crimen y el letal ataque de Hamás en territorio israelí con más de un millar de israelíes muertos, es sin duda una acción criminal, tan criminal como la muerte de cientos de miles de civiles en la invasión estadounidense de Irak o como los ataques que periódicamente Israel lanza sobre Gaza con utilización de armas prohibidas como las bombas de fósforo blanco que al parecer el ejército israelí está utilizando de nuevo en sus bombardeos de respuesta al ataque de Hamás. La diferencia es que en el primer caso hay condena internacional y castigo, en el caso de Israel y por supuesto en el de EEUU, la norma es la impunidad, la complicidad y la ceguera. El periodista israelí Gideon Levi, una de las pocas pero valiosísimas voces que en Israel denuncian la brutalidad cotidiana de la ocupación, ha tenido el coraje, y hace falta mucho coraje para decir lo que ha dicho en estos días de fuego y furia, de denunciar la ceguera de la sociedad israelí frente a las atrocidades que su ejército lleva a cabo a diario en los territorios palestinos.
“Pensábamos que se nos permitía hacer cualquier cosa, que nunca pagaríamos un precio ni seríamos castigados por ello. Arrestamos, matamos, maltratamos, robamos, protegemos a colonos masacradores, disparamos a personas inocentes, les arrancamos los ojos y les destrozamos la cara, los deportamos, confiscamos sus tierras, los saqueamos, los secuestramos de sus camas y llevamos a cabo una limpieza étnica...
Pensábamos que podíamos seguir rechazando con arrogancia cualquier intento de solución política, simplemente porque no nos convenía emprenderla, y que todo seguiría así para siempre. Y una vez más resultó que no era así. Varios cientos de militantes palestinos traspasaron la valla e invadieron Israel de una manera que ningún israelí podría haber imaginado. Unos cientos de combatientes palestinos han demostrado que es imposible encarcelar a dos millones de personas para siempre sin pagar un alto precio”. *
El precio sin embargo no sólo lo está pagando Israel, el precio en forma de bombardeos masivos y el asedio total que incluye el corte de suministro eléctrico, gas, agua, material sanitario, medicamentos y alimentos, lo paga también la población de Gaza. Y será un precio mucho más alto. El bloqueo absoluto que el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant, anunció horas después de conocerse la dimensión del ataque de Hamás es claramente una estrategia de exterminio. El horror que todos, los miembros de Hamás en primer lugar, sabemos que va a caer en las próximas semanas sobre las gentes de Gaza, cuenta con la luz verde de Estados Unidos, la impotencia del mundo árabe y la hipócrita pasividad de la Unión Europea. La población de Gaza va a ser masacrada una vez más ante los ojos del mundo. Y no pasará nada. La atrocidad del ataque de Hamás refuerza la habitual impunidad de Israel y alienta las voces que piden o exigen la destrucción de Gaza.
En estos días, un tertuliano muy próximo a las tesis israelíes y cuyo nombre prefiero olvidar, afirmaba con bastante contundencia que Gaza va a desaparecer; luego –quizás consciente de la brutalidad de su frase– ha matizado: "bueno, Gaza tal como la conocemos ahora va a desaparecer". Estoy casi segura de que el tertuliano cuyo nombre prefiero olvidar nunca ha estado en Gaza ni conoce a nadie ni nada de este pequeño rincón en el extremo oriental del mediterráneo, si no, sabría o debería saber que las gentes de Gaza tienen una impresionante fortaleza, que son capaces de resistir las calamidades de la vida sin quebrarse y que a veces hacen chistes de su desgracia y de la brutalidad de los soldados de la ocupación y suelen ser siempre amables con el forastero y hasta son capaces de reír al verse vivos después del bombardeo porque pese a todo, como dice el verso del gran poeta palestino Mahmud Darwish, “en esta tierra hay algo que merece vivir”.
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